28 ago 2012


EL MAGO NO USA NI CARAS NI CARETAS

Mi amigo El Mago (que ese es su sobrenombre), buen lector, me acaba de prestar (a sabiendas de mi locura con los libros) uno que sale fuera de lo común. Porque no es común, porque no está en librerías y, fundamentalmente, porque es un compendio de un cacho de la historia periodística argentina. Son, encuadernadas a la antigua, unas 18 revistas Caras y Caretas que van de mayo a agosto de 1902. Debajo del títiulo de tapa, en su bajada, Caras y  Caretas de jactaba de ser un “semanario festivo, literario, artístico y de actualidades”, aunque en realidad sumó fama por las geniales caricaturas políticas que imprimía, a todo color, en sus tapas. Los textos son muy cuidados, pero -a esta altura de los años- lo que mas sorprende son sus creativas publicidades, que van desde colecciones de revólveres, “caloríferos modernos”, sorprendentes digestivos, pianos, arpas y otras muy sorprendentes, como las que que ofrece fajas “para que los hombres tengan una cintura militar”. El Mago probó con una faja un poco mas moderna y le va bien. Ahora quiere vender este libraco. Se escuchan ofertas.



22 ago 2012

ESCRIBI UN LIBRO QUE NO ES UN LIBRO

Estoy firmando libros como si fuera un escritor famoso...
Ya había tenido hijos (dos, por las dudas), plantado algun árbol (y también algunos almácigos de albahaca...) y ahora escribí un libro. Completé la trilogía. No se para que sirve, pero es tradición hacerlo.
En la presentación expliqué que no tiene formato de libro, que es lo mas parecido a una revista gorda y que en su rara mezcla de fotos, dibujos, escritos y poesías conforma una cosa divertida, entretenida y transgesora, según dijo el inteligente Gustavo Pérez Ruíz (periodista y amigo) cuando dio pie a mi rápida alocución. A Gustavo. invitado a la presentación, lo cazé justo y me presentó. Fue genial cuando explicó que presentar un libro (o libraco) en un bar de barrio era una cuestión de estilo de vida (de mi vida). Y encima, catalogó al espectacular bar de Belardo, bien de arrabal, en Castelli y Perú de mi pueblo, como el Centro Cultrural Don Julio, en honor a su fundador Julio Belardo, que lo inventó hace mas de 60 años atras. Julio Edgardo, su dueño y señor actual (junto a su mamá Nelly y a toda su familia, por supuesto), estaban emocionados. Quien pensó alguna vez que un parroquiano iba a presentar un libro entre las vetustas mesas, los viejos anaqueles llenos de vinos y licores pasados y el mostrador de madera, alto y perfecto para acodarse?. El tema es que ahí estuvieron, inundando el viejo bar, casi un centenar de amigos que, sorprendidos por la ocurrencia de haber presentado esta cosa en un bar y no en los clásicos (Casa de la Cultura o Bellas Artes), se comieron los escasos sandwiches de miga y se tomaron un montón de botellas de tinto. Que ese era el pretexto: mucho vino para hacer honor al motivo principal del libraco “Del arrabal al centro”  basado en las anécdotas, entre serias, divertidas y algunas inventadas que cuentan las peripecias diarias que paso en “La vuelta del vino”, una figura que inventé para poder vivir a mi manera, al mediodía, luego del trabajo, y a la hora del crepúsculo, para cerrar la jornada.
“Del arrabal...” también tiene algunos escritos medio raros, varias poesías, muchas fotos de Pablo Carden (excelentes, tanto como los platos que produce en su segunda profesión, la de cocinero) y varios dibujos del premiado arquitecto Juan Ignacio Meoz, ambos amigos de mis hijos Renato y Rogelio.
La noche pasó rápido. Ayudados por la guitarra y la voz del intimista tanguero Roberto Piraccini (otro excelente arquitecto...) y de mi hermano Hugo, que se mandó un par de tangos y algunos temas de Cacho Castaña, los vinos también se fueron despacio.